Han pasado ya treinta años desde que un día llegara al canal 6 de la televisión cubana de la mano de mi gran amiga, Rosa Sardiñas, Rosita para todos los que la conocíamos, una de las personas más buenas, nobles y fieles que haya podido conocer a lo largo de mi vida. Era la época de Xiomara Guerra al frente del departamento de Cuadros de la televisión, que en aquello momentos radicaba en el edificio de Mazón y San Miguel, donde se encontraba uno de los estudios con más historia del ICRT.
Me recibió Olegario Pérez Ávila, un guajiro hecho a la ciudad que por entonces rondaría los sesenta años y ya pronto a jubilarse pasaría al departamento de capacitación, donde por sus conocimientos como antiguo maestro, consideraba dar mejor perfil y llevar, a sus años, una actividad más tranquila.
Mis primeros días al lado de aquel hombre al que sustituiría en su cargo de administrador de la dirección técnica del canal 6, a quien recuerdo jovial, de buen carácter y mejor comunicador, para mí fueron inolvidables. Con él fui conociendo una a una todas las instalaciones que abarcaba el departamento que a partir de aquel momento comenzaba a dirigir. Tenía yo veinticinco años, lo que me hacía junto a Gustavo Dubouchet (hijo) Jefe del Departamento Técnico, uno de los dirigentes más jóvenes de la televisión.
Vienen a mi memoria nombres que guardo con mucho afecto, personas con las que directamente me relacionaba en mi nueva responsabilidad. En primer lugar, Mario Robaina, quien era director del canal por aquellos años. Lázaro Fernandez, director de producción. Alberto Falla de musicales y el ingeniero Jorge Mordoche, director técnico. Todos radicábamos en el mismo edificio, con entrada por la calle 23 de La Rampa, nombre por el que se conoce la popular avenida Habanera.
Para llegar a donde se encontraban los estudios y el grueso de las áreas técnicas, bajábamos del quinto piso, donde radicaba nuestra oficina, al cuarto piso para recorrer el largo pasillo que comunicaba el edificio de 23 con el edificio de M y recuerdo como si lo estuviera viviendo hoy, la extraña sensación que me invadió la primera vez que pasé con Olegario por la cabina de Radio Reloj, ubicada ya al comienzo del edificio de M, la misma cabina desde donde se produjo la alocución del líder universitario José Antonio Echevarría el 13 de Marzo de 1957 y que se conservaba como una reliquia histórica tal y como en aquellos años cuando se produjeron los hechos.
De la mano de Olegario aquel primer día conocí a una de las personas con más antigüedad en ese medio, había comenzado siendo un chiquillo y ya pasaba los sesenta y tantos años, Roberto Suarez, “Temetrepo” quien junto al hijo de Calderón, el de la Comedia Silente, se encargaban del pequeño almacén con el que contaba el departamento técnico en aquel edificio.
Pero sin dudas lo que más me impresionó del recorrido fue el entrar por primera vez en el corazón de la televisión, el Máster. Desde allí los especialistas Raúl Bolívar y Fortes controlaban al detalle toda la transmisión cuidando con mucho celo y profesionalidad la calidad de la emisión que llegaba a las pantallas de los televisores en toda Cuba. Ramón Castaño, un joven ingeniero en telecomunicaciones, era el jefe de todo aquello que para mí era como estar en el control de una nave espacial conformada por Infinidad de equipos de audio, de video, osciloscopios, teléfonos, cables y luces.
No puedo pasar por alto de este lugar el pequeño espacio desde donde se transmitían las noticias que entonces se les llamaba “En tres minutos” y allí delante de la cámara de televisión conocí a la presentadora Eva Leticia Rodríguez, un rostro muy fresco y agradable, de voz firme pero dulce a la vez, así la recuerdo, a ella que había comenzado por el año ochenta en esa importante tarea, como también recuerdo a Omar Moinelo, quien sentara cátedra en el Máster por su carácter inquieto y constantes ocurrencias. Desde ese mismo lugar muchos Domingos, en los que me tocaba la guardia administrativa, vi a Armando Calderón el hombre de las mil voces, temprano en la mañana llegar a la cabina con su viejo maletín de médico y sacar, como por arte de magia, todos los artilugios imaginables y no imaginables para producir los ruidos y sonidos que tanto alegraban la vida de grandes y pequeños que con ansias le esperaban frente a la pantalla del televisor el saludo a sus queridos amiguitos, mamaítas y papaítos y disfrutar con las caracterizaciones vocales de Cara é globo y Soplete, Charlot y muchos más, de aquellas comedias silentes que atesoraba la videoteca de la televisión.
Un aparte en esta remembranza merece un personaje que sin lugar a dudas era uno de los especialistas más controvertidos del canal 6 por aquellos años, me refiero al ingeniero Joaquín Gomez, quien tenía a su cargo las secciones de telecine, climatización, electricidad y óptica. Hombre de un carácter fuerte y criterios sólidos, en ocasiones lindando la prepotencia, pero de un profundo dominio, conocimiento y entrega a las actividades que dirigía. Por entonces su subalterno inmediato era Ernesto Fuster Pomar, quien dirigía el taller de electricidad, con el que no había día en que no se enfrascara, por razones de trabajo por supuesto, en alguna fuerte controversia.
En especial recuerdo con mucho afecto al Ingeniero Madariaga, toda una institución de la televisión cubana, quien había comenzado en el año 49, justo cuando se inauguro la televisión, como ayudante de camarógrafo. En aquellos momentos dirigía con total responsabilidad, rigor y excelentes resultados, el departamento de control de la calidad de reciente creación y que aglutinaba a un grupo de jóvenes técnicos en electrónica, muchos de ellos recién egresados de los institutos politécnicos, entre ellos puedo recordar a Marín , María Elena García, Isora y Haydee.
De los estudios 10 y 11 me vienen a la memoria, el ingeniero Mena, Misael Espronceda, Papi Aldama y su hermano Miguel, Raúl Ross, el chino Tang, Miriam Lores y otros que recuerdo sus rostros pero no sus nombres, han pasado treinta años desde entonces y la verdad es que al recordar vuelvo a vivir aquellos años que fueron tal vez los mejores años en mi vida y también ¿por qué no? una de las etapas más importantes de la televisión cubana, fundamentalmente por el nivel de preparación profesional de quienes en ese periodo se incorporaron a la importante renovación, transformación implantación de nuevas tecnologías.
En siguientes crónicas continuaré evocando estos años de mi vida en la televisión, creo que por hoy he exprimido suficientemente las neuronas y he quedado exhausto, viajando tanto hacia atrás en el tiempo, también se siente el agotamiento, ¿o no?
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