Una de las primeras experiencias que viví llegando al Canal 6, fue el desmantelamiento total del estudio ubicado en P y 23, lugar desde donde muchos años se transmitiera el programa “Cocina al minuto” que por muchos años condujera Nitza Villapol, uno de las más populares rostros de la televisión cubana, a la que tuve el gran placer y privilegio de conocer en persona.
Aquella tarea de desactivar el estudio se le había encomendado al ingeniero Enrique López Grass, (Kike), a quien recuerdo con especial afecto por su paciente carácter y peculiar forma de hablar, cambiaba las “r” por la letra “d”, característica de la que el mismo se mofaba cuando decía: “si me opedo mejodo y si no me opedo me jodo igual.”
En esta tarea acompañaba a Kike una persona muy especial, alguien que conocía al detalle cada uno de los equipos y piezas que conformaban el estudio, porque en sus años mozos había integrado su equipo de montaje. Hablo de Roberto Suarez, pícaro y juvenil anciano que desbordaba vitalidad y buen carácter, siempre sonriente y con una broma a flor de labio constantemente, entre las que se encontraba el apodo con el que él mismo se hacía conocer, “Temetrepo”. Imagínese que conozca usted a una persona mayor al que le debe respeto y que al extenderle la mano para presentarse por su nombre reciba por respuesta un “te me trepo” y detrás una estrepitosa risa, hecho que seguramente le descolocaría. Pues así era aquel buen hombre, que por su carácter de autentico jodedor cubano, no dejaba de ser un gran profesional muy responsable y que tomaba muy en serio su trabajo.
Con Temetrepo trabajaba Armando Calderón, hijo del comediante que ponía voz a las películas silentes de los domingos en la mañana. Era un muchachón alto y regordete, siempre serio y muy callado, todo lo contrario de Roberto. Ambos pasaban muchas horas en el almacén ubicado en el edificio de M ó en el almacén que teníamos en la calle Neptuno, lo que suponía un martirio para aquel muchacho, víctima de todas las bromas imaginables e inimaginables que se le ocurrían a Temetrepo, entre ellas, el castigo de soportar que le recordara en todo momento una anécdota muy curiosa que trascendiera rápidamente, ocurrida en una de las transmisiones de la “comedia silente”, en la que supuestamente dejándose llevar por la emoción de la narrativa de los sucesos, su padre, el viejo y querido Armando Calderón pronunciara aquella frase (la que nunca pude dar fe de que así ocurriera) “Esto es de p…. queridos amiguitos”.
Volviendo a los hechos, el desmantelamiento de aquel emblemático estudio, fue una decisión dolorosa para los más antiguos técnicos del canal 6, porque aquel recinto guardaba la historia viva de los años de mayor esplendor de la televisión, del que ellos en su momento formaran parte importante. Allí se conservaban en perfecto estado y en plena capacidad de funcionamiento, las cámaras General Electric en blanco y negro, grabadoras de sonido Ampex, monitores de válvulas, jirafas de audio, así como las mesas de controles. Todo un tesoro que se desarmaba pieza a pieza, tornillo a tornillo, cable a cable.
Quiso el azar poner en el camino de todos aquellos complementos técnicos la mano de Miguel Ginarte, quien en el patio de la finca que administraba en Marianao, habilitara un contendor para guardar las partes más importantes de aquel ya desahuciado sistema, como eran las cámaras, los orticones y muchas piezas de repuesto. Allí fue a parar con mucho cuidado en su clasificación y embalaje toda aquella técnica, lugar donde se suponía dormirían a partir de aquel momento, un sueño eterno.
Pero por suerte para todos, no fue así. Pasados dos años fui llamado por Jorge Mordoche, mi director, para una reunión con los productores de la película “Clandestinos” que requerían dos cámaras de las utilizadas en 1958, fecha en que se produjo un hecho histórico, que sería recreado en la escena a rodar en el estadio de pelota del cerro, cuando un grupo de jóvenes del movimiento revolucionario, se lanzaban al terreno portando una amplia tela que rezaba “Abajo Batista.” El motivo de mi presencia en aquella reunión era para que trasladara las piezas necesarias guardadas en el contenedor y con ellas nuestros técnicos pudieran armar las dos cámaras al menos en su apariencia exterior. Lo que no sabía ni Mordoche, ni nadie más que Temetrepo y yo, era que aquellas cámaras habían sido guardadas intactas, algo que en el momento en que se había ordenado su desmantelamiento total, él incumpliera, más por romanticismo que por desacato, decisión a la que me sumé como cómplice, por el gran respeto y admiración que sentía por aquel pedazo de historia viviente que fuera Roberto, el viejo y único Temetrepo que he conocido a lo largo de mi vida.
Pues quiso el destino que aquella decisión fuera una de las más acertadas que haya tomado, porque gracias a aquella actitud de complicidad en el desacato de una orden, no solo se pudo filmar la trascendental escena para el filme que se estrenó en 1987, sino que también pudo montarse el museo de la televisión en el patio del quinto piso donde estaba en Máster del canal 6 de la televisión cubana.
Meses después de aquellos hechos Roberto se retiraría definitivamente y muriendo un poco más tarde y mire usted lo que son las cosas, ahora me he quedado con la duda de conocer un dato muy importante en la vida de este personaje y ha sido recientemente cuando preparaba la emisión del programa radial “Con acento cubano” que dedicara a la televisión cubana, encontrando una reseña histórica, donde se menciona que el 1º de Julio 1947, cuando sale al aire por vez primera la emisora Radio Reloj en la Habana, el auxiliar encargado de subir las copias que le suministraba el noticiero CMQ a la naciente emisora como contenido de sus noticias, era un joven llamado Roberto Suarez. ¿Sería el mismo Roberto que yo conociera? Pudiera ser que no, pero de cualquier manera prefiero darlo por afirmativo y así justifica, con más razón, por qué amaba y sentía pasión por aquello que sin lugar a dudas consideraba su propia casa, espacio donde transcurriera toda su vida y donde seguramente aún vaga su alma planeando alguna de sus ocurrencias y bromas.
Cuanto daría hoy por volver a recorrer aquellos pasillos de la televisión cubana y entre otras muchas coas que haría me gustaría poder encontrarme con mi viejo amigo y querido Roberto para escucharle decir acompañado de su maliciosa, pero siempre sana sonrisa que siempre le acompañara: ¡mucho gusto, me llamo Roberto Suarez y “te me trepo”. A lo que yo siempre le preguntaba ¿Para qué?
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