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martes, 26 de febrero de 2013

Lo que parece que es, que no sea.

Por Oniel Moisés.

Uno de los más grandes humoristas que ha dado Cuba sin lugar a dudas ha sido Enrique Arredondo y en mi humilde opinión, su mayor éxito, el personaje Cheo Malanga, típico bravucón, defensor de los políticos de turno, quien siempre tenía que sacarle las castañas del fuego con trabajos sucios al alcalde del pueblo. Era el fiel reflejo de la sociedad de aquella republica mediatizada que caricaturizaba el programa de televisión “San Nicolás del Peladero”.

Pues sucede que cuando veo que algo se enreda o se quiere hacer complicado para sacar provecho de la situación, vienen a mi mente todos aquellos absurdos en los que con palabras sin sentido iba adornando con una verborrea inacabable su discurso, para al final no decir nada y provocar en quien fuera su pasivo interlocutor, se le quedara la cara de tonto por no haber entendido nada de lo que había dicho.

Así me pasó anoche cuando vi a la secretaria del Partido Popular explicar el hecho de que el señor que está provocando el mayor de los malestares a los españoles, haya cobrado salarios, sobresueldos, indemnizaciones y todo lo que con dinero público se pueda pagar, créanme, volví a recordar a Cheo Malanga, tratando de salvar una situación difícil, al escuchar las palabras que nos regalara tan distinguida dama con voz nerviosa, y rostro desdibujado por el temor del que sabe estar al borde del ridículo, al expresar:

"Una indemnización indef... en diferido, en forma efectivamente de simulación... simulación o lo que hubiera sido en diferido en partes de una... de lo que antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social.”

Seguro se hubiera ahorrado todo el rollo con solo haber pedido a la videoteca de la televisión cubana un fragmento de aquel viejo programa y estudiar a Cheo Malanga, pues citando una de sus frases preferidas, hubiera salido del mal trago:

“Lo que fue y no es, es como si no hubiese o fuese sido”

Así se hubiera evitado todas las fallidas innovaciones, resultado de un discurso mal aprendido. Una pena que ni para esto sirvan los que dicen representar los derechos democráticamente conquistados.

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